Mons. Lucas Van Looy, obispo de Gent |
Querido amigo,
Permíteme que te escriba sobre los
sacerdotes. Sobre la necesidad de tener sacerdotes. Todos los creyentes
están llamados a una tarea, pero esta vez quiero hablar específicamente
de los sacerdotes. Nadie niega que tenemos necesidad de sacerdotes.
Ellos expresan el centro de nuestra fe en la Eucaristía: allá donde
Cristo parte su Cuerpo como pan y vierte su Sangre como vino por
nosotros.
Me preguntarás si en estos tiempos
todavía es posible que un sacerdote sea feliz. Todo parece sugerir lo
contrario. Escuchamos hablar de sacerdotes con problemas y no quiero
negarlo. Al mismo tiempo sabemos que para ser verdaderamente feliz es
necesario entregarnos completamente a los demás. El trabajo por los
otros, por cuanto viven en la duda de la búsqueda, por los débiles y por
los pobres, encuentra aquí su origen. El sacerdote desea vivir esta
tarea, pero lo quiere hacer "en el nombre del Señor".
Querido amigo, en torno a ti no ves
muchos sacerdotes, son pocos los sacerdotes jóvenes. Esto podría ser, de
hecho, un motivo para tomarse la situación muy a pecho. Quizá tú ves
sólo aquello que un sacerdote hace, y no te da cuenta de aquello que lo
mueve interiormente. Cómo se relaciona con Dios. Y cómo encuentra su
inspiración en el Evangelio. Todo esto podría ser más visible. Es cierto
que él ha encontrado el "tesoro del campo" y que para comprar ese campo
ha tenido que dejar mucho. Esto no lo hace infeliz, al contrario. La
serenidad del sacerdote encuentra precisamente su origen en la escucha
de la Palabra de la Escritura y en su servicio a la gente. Allá
encuentra su felicidad que comparte resuéltamente con los demás
sacerdotes. Un sacerdote no está nunca solo, junto a otros construye la
Iglesia de nuestra diócesis.
Querido amigo, en cada uno de nosotros
reside el deseo de hacer el bien, en cada uno de nosotros se encuentra
la motivación a la búsqueda de lo infinito, de cuanto trasciende, de
Dios. Un cristiano parte de la experiencia de la amistad con Cristo.
Dios verdaderamente está a la búsqueda de cada hombre.
Te siento decir: "Pero esto no es algo
de nuestro tiempo". Quizá la mentalidad moderna te hace pensar así, pero
Dios es de todos los tiempos. Sólo debemos buscar el modo para que la
gente de hoy encuentre la vía que los acerca a Dios a los hombres y a
los hombres a Dios. ¿Quiénes mejor que los jóvenes serán capaces de
realizar todo esto en el mundo de hoy? "Pero para hacer todo esto no es
necesario hacerse sacerdote", te siento razonar, y tienes razón. Sin
embargo, es verdad que tenemos necesidad de personas que con toda su
vida respondan al amor de Dios por nosotros. Son ellos la memoria
viviente y el signo del hecho de que Dios se ocupa de nosotros. Es
exactamente ésta la vocación del sacerdote. A tiempo completo para Dios,
día y noche. Y el amor que recibe de Dios y comunica a los hombres
llena su vida de intenso gozo.
Lo sé bien. Se necesita coraje para
elegir esta misión. Es una respuesta a algo difícil de explicar. Más que
nada es el testimonio de cuantos viven esta vocación lo que puede
convencer. En sus múltiples actividades los sacerdotes buscan el
equilibrio entre el cuidado de las parroquias y la de su propia vida
interior. Es Dios quien está en el origen de la vida sacerdotal.
Querido amigo, he querido ofrecer
alguna reflexión sobre el sacerdocio. La quiero profundizar y completar
con lo que tú piensas y con tu experiencia personal. Probablemente mis
ideas son diversas a las tuyas. No dudes en decírmelo y escribírmelo.
Pero, sobre todo, prueba siendo sincero y abierto, dale también espacio
al deseo de acercarte a Dios a loa hombres.
Fuente: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=22256